Nos mudamos a la dirección de más arriba.
Pasen y vean.
tomashotel
Wednesday, November 22, 2006
Tuesday, November 21, 2006
Oh well, whatever, nevermind
El miércoles pasado, mientras la gente se dispersaba por las escalinatas del Malba hacia un futuro mejor, abandoné la teorización sobre la novedad que se extinguía rápidamente y fui en busca de la promesa de alimento que anidaba a pocos metros, en la invitación del cóctel anual de la Cámara del Libro -es decir: hice a un lado la pretensión de la novedad para sumergirme en la más completa y acabada claudicación frente a lo nuevo.
En el recinto principal del Museo Nacional de Arte Decorativo Jorge Dorio entregaba premios frente a una platea de autoridades y funcionarios de la industria cultural en retirada. En otro salón, afortunadamente, me encontré con dos jóvenes periodistas -las únicas, digamos, que estaban por debajo de la barrera de los 35 años.
Mientras esperábamos que los mozos, las copas y las bandejas de bocaditos se materializaran, hablamos sobre publicaciones, revistas culturales y blogs. Hablaban, mejor dicho, ellas, del blog de su propia revista cultural, al que miraban extrañadas, mientras decían desconocer casi todo acerca de blogger, de escritores con blogs, o de los blogs de escritores -y toda la vasta extensión de alrededores implicados en el asunto. Eso me hizo reflexionar sobre una frase que había escuchado en el Malba, minutos antes, de boca de un escritor: "Yo no leo blogs", había dicho, con cierto aire de fastidio suficiente. Así es como de repente me encontré diciendo, con una seguridad que hasta ese momento desconocía: "Qué extraño, no. Yo casi no leo otra cosa".
Lo que, si exceptuamos los libros de ficción y no ficción que leo por placer y por trabajo, y los suplementos de Cultura de los diarios nacionales, podría decir que es, a esta altura, completamente cierto.
(Ilustración: gentileza de M.M.).
En el recinto principal del Museo Nacional de Arte Decorativo Jorge Dorio entregaba premios frente a una platea de autoridades y funcionarios de la industria cultural en retirada. En otro salón, afortunadamente, me encontré con dos jóvenes periodistas -las únicas, digamos, que estaban por debajo de la barrera de los 35 años.
Mientras esperábamos que los mozos, las copas y las bandejas de bocaditos se materializaran, hablamos sobre publicaciones, revistas culturales y blogs. Hablaban, mejor dicho, ellas, del blog de su propia revista cultural, al que miraban extrañadas, mientras decían desconocer casi todo acerca de blogger, de escritores con blogs, o de los blogs de escritores -y toda la vasta extensión de alrededores implicados en el asunto. Eso me hizo reflexionar sobre una frase que había escuchado en el Malba, minutos antes, de boca de un escritor: "Yo no leo blogs", había dicho, con cierto aire de fastidio suficiente. Así es como de repente me encontré diciendo, con una seguridad que hasta ese momento desconocía: "Qué extraño, no. Yo casi no leo otra cosa".
Lo que, si exceptuamos los libros de ficción y no ficción que leo por placer y por trabajo, y los suplementos de Cultura de los diarios nacionales, podría decir que es, a esta altura, completamente cierto.
(Ilustración: gentileza de M.M.).
Monday, November 20, 2006
¿Acaso no hay nada nuevo, viejo?
Si es que existe un Dios –y peor: si, como se suele decir, a ese Dios le gusta jugar a ser argentino–, lo seguro es que le importa poco la literatura local. El miércoles pasado el nutrido calendario 2006 de lecturas, charlas, debates y conferencias sumó una nueva cita: la editorial Interzona organizó, bajo el título "¿Qué hay de nuevo, viejo?", un encuentro en el MALBA en el que Rodolfo Fogwill, Daniel Link, Martín Kohan y Sebastián Hernaiz, coordinados por Damián Tabarovsky, intentarían reflexionar sobre las nuevas producciones del campo literario argentino. Una hora antes del encuentro, la furia meteorológica de Dios se abatió sobre la Ciudad poniendo en riesgo si no la realización del encuentro al menos la asistencia de público. Pero por alguna razón –tal vez por la potencialidad de tensiones y fogonazos que el evento prometía–, a pesar de los nervios de los organizadores, minutos después el auditorio del museo estaba casi colmado.
Arrancó Tabarovksy, y aunque tres de los cuatro invitados traían su ponencia escrita de antemano, le imprimió a la charla una dirección concreta: "Una de las cosas que más me interesa es rediscutir el concepto de lo nuevo, que hoy figura como estrategia en cualquier etiqueta de supermercado". Luego leyó Link un texto titulado "Nueva refutación de lo nuevo", en el que se refirió a Osvaldo Lamborghini, Rodolfo Walsh y Manuel Puig como "estrategas de lo nuevo" del canon literario de la democracia. Después dijo que consideraba "ilusoria" la pretensión de decidir dónde se localiza "lo nuevo" en el contexto de la literatura actual, aunque agregó que de los jóvenes espera "sencillamente todo, incluso la revolución, o cierta revolución".
Kohan avanzó unos casilleros en la línea temporal. Pero sólo un poco: señaló a Héctor Libertella y a Ricardo Piglia como nombres que volvieron a la idea de vanguardia "con reformulaciones propias e ineludibles". Fogwill dijo después que lo aburría la mitología de la novedad (agregó que la verdadera novedad que advierte es que en el mercado de libros "los delincuentes están sentados en las mesas de las editoriales, y sus nombres figuran en el copyright de los libros reemplazando los de los autores") y citó, sí, dos nombres: el de Nicolás Peyceré y, bastante más acá, el de Rafael Pinedo y su novela Plop.
Tal vez las palabras más ajustadas al marco de la convocatoria hayan sido las de Hernaiz, que –aunque a través de un enfoque esbozado desde las trincheras de la historia política reciente– situó la producción de la literatura de hoy bajo la sombra proyectada por los sucesos del 19 y 20 de diciembre de 2001. Fue, por decirlo así, el que más líneas y nombres suministró (Mairal, Terranova, Abbate, Incardona, Krimer y también Pinedo), quizá por formar parte de la misma generación –o por ser el que mejor parecía conocer los nombres que conforman el mapa de la nueva narrativa local.
Contra lo que muchos esperaban, entonces, el miércoles hubo más tormenta afuera del museo que adentro. Tal vez una experiencia para repetir, a pesar de que la sensación final haya sido algo ambigua. Como si hubiera estado todo dado para asistir a una final de campeonato –un dream team, un estadio cómodo y seguro, un público expectante, un árbitro imparcial– para descubrir, a último momento, que nadie se había ocupado de procurar el elemento más necesario de la noche: la pelota.
(Publicado el 19 de noviembre de 2006 en el suplemento de Cultura de Perfil).
Arrancó Tabarovksy, y aunque tres de los cuatro invitados traían su ponencia escrita de antemano, le imprimió a la charla una dirección concreta: "Una de las cosas que más me interesa es rediscutir el concepto de lo nuevo, que hoy figura como estrategia en cualquier etiqueta de supermercado". Luego leyó Link un texto titulado "Nueva refutación de lo nuevo", en el que se refirió a Osvaldo Lamborghini, Rodolfo Walsh y Manuel Puig como "estrategas de lo nuevo" del canon literario de la democracia. Después dijo que consideraba "ilusoria" la pretensión de decidir dónde se localiza "lo nuevo" en el contexto de la literatura actual, aunque agregó que de los jóvenes espera "sencillamente todo, incluso la revolución, o cierta revolución".
Kohan avanzó unos casilleros en la línea temporal. Pero sólo un poco: señaló a Héctor Libertella y a Ricardo Piglia como nombres que volvieron a la idea de vanguardia "con reformulaciones propias e ineludibles". Fogwill dijo después que lo aburría la mitología de la novedad (agregó que la verdadera novedad que advierte es que en el mercado de libros "los delincuentes están sentados en las mesas de las editoriales, y sus nombres figuran en el copyright de los libros reemplazando los de los autores") y citó, sí, dos nombres: el de Nicolás Peyceré y, bastante más acá, el de Rafael Pinedo y su novela Plop.
Tal vez las palabras más ajustadas al marco de la convocatoria hayan sido las de Hernaiz, que –aunque a través de un enfoque esbozado desde las trincheras de la historia política reciente– situó la producción de la literatura de hoy bajo la sombra proyectada por los sucesos del 19 y 20 de diciembre de 2001. Fue, por decirlo así, el que más líneas y nombres suministró (Mairal, Terranova, Abbate, Incardona, Krimer y también Pinedo), quizá por formar parte de la misma generación –o por ser el que mejor parecía conocer los nombres que conforman el mapa de la nueva narrativa local.
Contra lo que muchos esperaban, entonces, el miércoles hubo más tormenta afuera del museo que adentro. Tal vez una experiencia para repetir, a pesar de que la sensación final haya sido algo ambigua. Como si hubiera estado todo dado para asistir a una final de campeonato –un dream team, un estadio cómodo y seguro, un público expectante, un árbitro imparcial– para descubrir, a último momento, que nadie se había ocupado de procurar el elemento más necesario de la noche: la pelota.
(Publicado el 19 de noviembre de 2006 en el suplemento de Cultura de Perfil).
Sunday, November 19, 2006
Farewell, my brother
Un trago nuevo que hace revivir la barra moderna: decisión nepótica plenamente justificada.
De un futuro libro llamado, muy atinadamente, Los miedos.
De un futuro libro llamado, muy atinadamente, Los miedos.
Saturday, November 18, 2006
Versiones del Niágara
Mientras Lola llega hoy al diario de los Mitre -que, a su vez, compite con Clarín para llegar siempre tarde a todo, pero legitima, y cómo legitima- se siguen entregando más versiones de lo del miércoles.
También lo hace Muleiro en la Ñ (sin link), y mañana redundará lo mío en el Perfil impreso.
Ahora, muchachos: con los títulos nos matamos, eh.
También lo hace Muleiro en la Ñ (sin link), y mañana redundará lo mío en el Perfil impreso.
Ahora, muchachos: con los títulos nos matamos, eh.
Friday, November 17, 2006
¿Todo tiempo pasado fue mejor?
"Escribo un libro cada tanto, para añadir trescientos o cuatrocientos acres más a mis propiedades."
(Jack London)
(Jack London)
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